jueves, 22 de noviembre de 2012

De profesores y maestros

Profesor, no tertuliano. Profesor.
Ayer hizo una semana de la última huelga general de este país y me gustaría utilizar como reflexión el blog del profesor Luís Garcia Montero, del que fui alumno en Granada, una Universidad, esta sí con mayúsculas. Siempre se ha caracterizado, como poeta y como pensador, por su compromiso. Recuerdo, el primer día de clase de un curso monográfico sobre Lorca, la pregunta de un alumno sobre por qué Lorca, por qué un curso monográfico sobre un poeta con una obra un tanto exigua por años de producción, frente a otros que tuvieron más suerte y vidas más largas, pregunta tal vez sugerida por voces críticas que le achacaban el éxito a su homosexualidad y a su papel de mártir de la historia. Su respuesta fue una clase magistral sobre La Aurora de Nueva York que nos dejó a todos con la boca abierta. Bueno, a mí me dejó así. Una clase realmente emocionante de reivindicación de una trayectoria y de una poética (que en el caso de Lorca es lo mismo), pero también del propio trabajo del profesor, del investigador. No puedo dejar de recordarlo con cariño y después de mi paso por otra universidad como la de Barcelona, ese cariño no se vio empañado, sino que se multiplicó en la comparación. Por cierto, ya no puede ejercer como profesor en dicha Universidad, por llamar perturbado a un compañero profesor que lo estaba.

Bueno, pues la huelga ha pasado y en este país no ha habido ninguna consecuencia, más allá de comprobar que el periodismo, salvo contadas excepciones, responde a la voz de su amo; que aquel día quedó claro que la policía no puede hacer huelga (es más, diría que seguramente debieron pagarse muchas horas extras a pesar de la crisis); que hay muchos helicópteros que los días de cada día deben descansar en sus hangares y que las pelotas de goma todavía no las han prohibido, pese a las muertes. Como los deshaucios a destajo, vaya. Y diría también que los que le dieron de ostias a un chaval de trece (13, thirteen, tretze, treize, hamairu, tretze), no fueron los mercados.

Por cierto, igual pensáis que he puesto tretze dos veces; sí, es verdad, pero es que lo he puesto en català y en valencià, que son dos idiomas súper diferentes.

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