viernes, 25 de enero de 2013

Estudio de mercado sobre mi propio blog

Toda vez que ya llevo un tiempecillo con la redacción de este humilde blog, me ha dado por ir mirando eso de las estadísticas, las visitas y las suscripciones, con lo que se puede extraer una serie de datos bastante interesantes, si bien no me sirven prácticamente para nada, puesto que escribo lo que quiero y cuando quiero, sobre los temas que me interesan y no sobre lo que puede ser que a vosotros os guste más. Como en este caso, efectivamente. 

-No sé si veo a dónde quieres llegar...
Puedo comprobar que la palabra cocaína atrae a buen número de visitantes, cosa que hace pensar si el blog no debería ir por otros derroteros. Pero en cualquier caso, ese nombre aparece ligado a personalidades relevantes (sic) del mundo de la cultura (sic) y tal vez no sea la cocaína lo que atraiga a los lectores sino el nombre famoso. Este post, que como seguramente hayáis comprobado ya, carece totalmente de interés, será una buena prueba de ello. De hecho, en las "etiquetas" únicamente pondré cocaína. 

Otro ejemplo en sentido contrario es un post, tal vez del que me sienta más satisfecho (o tal vez no), por lo que en él explico y por la manera de hacerlo. Escogí el dudoso título de La macabra danza de la muerte y es, con diferencia, el que menos visitas aguanta en todo su recorrido. Eso me induce a pensar que la muerte, ese monstruo arrinconado gracias a un sistema sanitario que está dando los últimos coletazos, es el tabú por excelencia de nuestra sociedad. Nadie quiere hablar de ella, ni siquiera que se la mencione. Igual, al ver el título del post, la gente hace los cuernos al modo de Texas y se toca la frente, en la mejor de las tradiciones supersticiosas que acarreamos en España. No deja de ser un gesto, una simple postura (mejor, una impostura), como lo es la moral católica en los partidos católicos, que suelen ser los más corruptos. Para que quede claro y aunque podemos meter a otros en el mismo saco, estoy hablando de PP y CIU, no vayáis a pensar que como cualquier vulgar periodista prestigioso, me muerdo la lengua.

En fin, y más allá de este tipo de entretenimientos que como seguís comprobando los que hayáis avanzado hasta aquí, continúan sin conducir a nada, os diré que seguiré escribiendo en este blog lo que se me pase por la cabeza e, incluso, en ciertas ocasiones en que mi ánimo me empuje a ello, puede que trace un plan de escritura para que mis palabras dejen de ser vanas y conduzcan a algún tipo de dimensión espiritual en la que el conocimiento se encabalgue con la propia psique y con los sentimientos, logrando una suerte de evocación melancólica en el lector que consiga la emoción, el asomo brillante de una lágrima que se resiste a romper la tensión superficial del líquido para resbalar por la mejilla, cálida, vibrante, lenta...

Pero eso será, como ya digo, en otra entrada, no en ésta, desde luego, que, como véis, no ha conducido a nada.

viernes, 18 de enero de 2013

El trabajo de escribir (III): Internet

Usuario de internet navegando con una sola mano
En la época prehistórica, el sininternetozoico me parece que lo llamaban, los escritores eran auténticos pozos de sabiduría que atesoraban en su inteligencia una comprehensión (y también comprensión) del mundo que iba más allá de su don. A escribir bien le sumaban conocimientos en muchas y muy variadas disciplinas que englobaban arte, historia, geografía y un instinto por explicar aquello que interesaba al lector. 

De todo ello, lo único que resiste en estos tiempos cibernéticos es lo último. A veces, tan exacerbadamente, que con leer el título ya podrías no-cerrar (el libro que no has abierto) y pasar al siguiente. De hecho, algunos títulos (y no todos son suecos) ganan en longitud a los cuentos de Monterroso. Y el número de sus páginas ganan a las de la biblia, un libro construido mediante tradiciones seculares y sumadas a su vez a lo largo de siglos. O el Quijote. Y yo, que soy muy fan de Vila-Matas y su Historia abreviada de la literatura portátil, no entiendo cómo tal cosa no hace sonrojar a su autor. Pero este tema lo desarrollaré adecuadamente en otros posts. 

Por todo ello, tal vez el acceso al exceso no sea todo lo bueno que pueda parecer y antes, esos escritores que se podían contar con los dedos de una mano y que los servían a unos lectores que se podían contar con los dedos de los pies hablaban de lo cercano, o de lo lejano, pero de lo que conocían. Y como no tenían Internet podían pasarse el día leyendo y aprendiendo cosas de verdad, sin lidiar con la basura con la que cada día hay que bregar para poder encontrar un poco de luz en la red. Por eso, Internet es el pandemónium de la cultura, el acicate para experimentar y el clavo en el ataúd, el espejo de la libertad y también la represión que esconde la verdad entre un montón de mentiras. Internet es Beethoven y Bisbal, Ficciones y El método DukanCiudadano Kane y Las azafatas se abren de patas.

martes, 15 de enero de 2013

Barcelona, la ciudad (in)habitable III: Chernóbyl

Quien vaya teniendo una edad no puede dejar de recordar una catástrofe de las que marcan para toda la vida, que en su momento tuvo una repercusión semejante a la de los tsunamis de Japón y de Tailandia: el desastre de Chernóbyl. De hecho el holocausto nuclear, perífrasis que engloba el terror al progreso de una energía temida y temible, se engloba en ese topónimo. Chernóbyl es hoy en día el lugar del horror, un pueblo abandonado en donde sólo se aventuran periodistas en busca de notoriedad. Nadie vive en sus aledaños.

Hace poco se decidió en referèndum que
las torres se conservarían en el futuro
espacio público. 
En Barcelona hay un sitio conocido así popularmente y es uno de esos lugares que definen a una ciudad. Barcelona, como todas las grandes ciudades, está hecha a costurones, puntadas, la mayoría de las veces azarosas, o cuando menos no planificadas, por las que se cuela la miseria o el lujo, la espontaneidad, la belleza y la horripilante dejadez de la puerta de atrás. Barcelona está en la ladera de la sierra de Collserola y limita por el sur con el río Llobregat (cuyo curso ha sido modificado en un alarde de progreso que tal vez un día se acabe pagando, porque las aguas siempre vuelven a su curso) y por el norte con el río Besós, tradicionalmente infecto y hoy convertido en parque fluvial y simultaneado por gays y pescadores en su desembocadura. Pues bien, un poco más allá de la ciudad, en uno de esos pueblos limítrofes que se diferencian de un barrio únicamente por el mobiliario urbano y a veces ni por eso, se recorta majestuosa contra el mar la silueta de las tres torres de la antigua térmica de Endesa. A la sombra de sus más de 200 metros de altura, la maleza se mezcla con la arena de la playa, con el hormigón de los conductos oxidados y un pequeño laberinto de túneles y puentes y caminos construidos al abrigo de los pasos arrastrados de quien allí se acerca fuera del verano. En su mayoría yonkis que van a picarse y a ofrecer sus favores sexuales y viejos que los compran.

Este Chernóbyl, como el otro, es un lugar decadente, acabado o en trance de ser despiezado, teñido del veneno invisible del progreso, que deja fuera a quien no osa subirse a su tren. El que por allí pasa no puede dejar de verse contaminado por el conocimiento de la puerta de atrás, por lo que implica una gran ciudad, con sus luces y sus sombras. Y ese veneno no deja indiferente porque en realidad cataloga más a una ciudad que cualquiera de sus rascacielos, sus monumentos de insignes arquitectos del pasado (en esa Barcelona que alterna Calatravas con Gaudís, estas tres torres con el inmediato Fórum), o sus más famosas avenidas.

jueves, 3 de enero de 2013

Barcelona, la ciudad (in)habitable II

Hoy os hablaré de un rincón de Barcelona, pero también de un aroma, de una especie de sombra que recorre esta ciudad igual que al resto del país y que creíamos desterrada para siempre. Estamos empezando a descubrir, gracias a esta gente que está gastando la palabra democracia de tanto usarla, que hay cosas que no se pueden decir, que las leyes están para quien las hace y, si no, las cambia. Y que las ideas, algunas ideas, son perniciosas. Pensábamos que pensar era bueno y ahora resulta que va a ser que no.
Imagen otoñal del Parlament. Es en realidad el antiguo arsenal de
la Ciutadella levantado por Felipe V para alzar su poder sobre
toda Catalunya. Hoy en día continúa con su uso original.

A pocos días de ser elegido el nuevo Parlament, el líder de la CUP, el anónimo David Fernández, fue emitiendo comunicaciones que para muchos sonaban sorprendentes, puesto que no las habían oído en boca de ningún político, aunque en la calle fueran un clamor. Y no me refiero a esos comentarios populistas (o populares) que culpan a los extranjeros del mal estado del país, ni a la herencia recibida del gobierno anterior, cuando desde esos mismos lugares ideológicos siempre se niega el derecho a hablar de cualquier herencia que sea anterior a la anterior... Bueno, no me quiero liar.

Pues bien, David Fernández, este sí, un ciudadano, dijo que mucho de lo que pasaba en Catalunya, era culpa de los antidisturbios (la Brimo, dice, la Brigada Mòvil). Pataleos en el Parlament, caras de disgusto, qué dice este tío, ya han llegado aquí los asamblearios a tocarnos las pelotas y un sinfín de comentarios que se podían leer en las caras de disgusto de los asistentes, que no eran todos, claro. Estarían de comisiones, o en sus respectivas ocupaciones que seguramente sean más importantes que servir a quienes les han votado.

Más tarde, los tres diputados de la CUP, ellos solos, todavía no han hecho amigos entre el gremio, se fueron a tomar un café en un bar aledaño, por la zona del Parc de la Ciutadella. Al poco rato, empezaron a entrar mossos uniformados, primero unos cuantos, luego unos pocos más, hasta sumar un grupo numeroso para un bar. Demasiado numeroso para un día sin manifestaciones, sin convocatorias de huelga, sin movilizaciones ante el Parlament. A parte de que no estaban en el Parlament. No parece raro en este país, tan dado a los bares, que un policía uniformado pase un tiempo de trabajo en su interior, incluso que se tome una caña, aunque no deba beber alcohol estando de servicio (¿hacen control antidoping a los antidisturbios, tras alguna de sus refriegas?). Tras un rato de incomodidad los diputados de la CUP intentaron seguir adelante con sus conversaciones. Ya comprendían que aquello no era del todo normal y, poco a poco, el silencio se fue imponiendo y se afanaron en acabarse el café y salir de allí a cualquier lugar donde hubiera un poco más de aire. Se palpaban el móvil en los bolsillos interiores de las chaquetas. ¿Para qué? ¿A quién llamar si la cosa se ponía fea? Pero no, hombre, estamos en un estado de derecho, con garantías constitucionales. Esto no es Siracusa o Corleone, o cualquier aldea del interior de Córcega. ¿O sí?

Antes de que pudieran salir de allí, vieron cómo los policías uniformados se iban, no sin antes dedicarles miradas insistentes. No podían decir que lo hicieran con menosprecio, o con ira. Pero algo de eso debían contener. 

A pesar de todo, su marcha les tranquilizó y siguieron un rato en el interior del bar, aliviados. Al fin y al cabo, sí que estaban en un país civilizado y no conseguirían amedrentarlos. Porque, ¿era eso lo que querían? Salieron a la calle y entonces encontraron la respuesta. Allí fuera permanecían estacionadas dos furgones de los antidisturbios, con sus integrantes en el exterior. Los de la CUP hicieron como si nada y, pese a la sorpresa, siguieron caminando como si la cosa no fuera con ellos.  Pero los policías fueron a su encuentro y los rodearon, impidiéndoles el paso. Las manos, sudorosas, se aferraron a los inútiles móviles aún un último momento, mientras uno de ellos, que podía ser un mando, se dirigió hacia los diputados:

-La culpa de todo lo que pasa en este país, la tiene gente como vosotros. -Y luego, reiteró con el índice señalando al suelo-: La culpa es vuestra.

Os explico esto porque los últimos acontecimientos empujan a pensar en que los derechos democráticos están cercenados y parece, desde Barcelona, que en Madrid lo están más. No creo que allí estén mejor ni peor, sinceramente, simplemente creo que la apariencia de desigualdad se atiza en ambas direcciones con el objetivo (no parece muy calculado; tal vez sí, en realidad lleva funcionando siglos) de cabrear a los ciudadanos entre sí y no con quien de verdad se deberían cabrear, que es con los ineptos que no saben salir del embrollo en el que estamos metidos. Esto, que no asciende de simple anécdota porque no pasó a mayores, es indicativo de un país que funciona a golpe de influencia, que señala y condena, un país de comisiones tan extendidas que calificarlas de ilegales parece un anacronismo, un país tan convencido de que todos lo hacen (lo de robar, lo de amedrentar, lo de aprovecharse del cargo, lo de imponer el poder a territorios que no le conciernen), que parece que eso mismo funciona como excusa. Un país que vive en una Omertá que no se ha roto lo suficiente (Maragall, no sabemos si en un primer atisbo de insania destapó lo del "3 per cent" en el Parlament) y que torpedea la política como inútil y reverencia siempre la opción "menos mala", aunque eso sea infame. Un país que tolera que los (ex)políticos cobren réditos por sus servicios prestados a compañías privadas en forma de salarios por no hacer nada. Un país que tolera que sus representantes hagan servicio de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado en beneficio propio, que se multipliquen en según qué manifestaciones y hagan una aparición prácticamente testimonial en otras. Un país que cada vez es más de pandereta. Y esta ciudad, Barcelona, lo mismo. O peor.