martes, 17 de septiembre de 2013

Una biografía y una novela: Gore Vidal

En los últimos tiempos he tropezado (y digo tropezado porque así es como uno va descubriendo autores, libros, poemas...) con dos obras del escritor estadounidense Gore Vidal. La primera fue su autobiografía, escrita bajo el título de Una Memoria. Con ese título se expone a las claras lo que en sus páginas destila: posicionamiento, opinión, personalidad. La suya, la de alguien que se acercó a los grandes momentos culturales y políticos de su época con una mirada sagaz y casi siempre crítica. El único libro en el que se dice que Kennedy fue un megalómano que en muchas ocasiones pensaba más en su polla que en el país. Incluso se dice también que de no ser por las buenas maneras y la comprensión de Krushev, el holocausto nuclear hubiera sido una muesca más, tal vez la última, en la estúpida historia del siglo XX.
Gore Vidal a los 21 años. En Antigua (Guatemala)
escribió con voracidad

La otra es su monumental novela Creación, la historia del nieto de Zoroastro, Ciro Espitama. en el olvidado y denostado Imperio Persa, azote de los griegos, dominador de Egipto, Babilonia, y todo el Asia occidental. En ella, la novela toma la forma del testimonio biográfico, donde el joven Demócrito, sobrino griego del decrépito y ya ciego Ciro Espitama, toma nota punto por punto de las digresiones narrativas, de las historias vividas en Catay (la China Imperial) y la India como embajador del Gran rey Darío y la grandeza de aquellos lugares frente al sencillo y falso mundo griego. La voz del joven Demócrito aparece en dos ocasiones, muy cerca del final, para denunciar las irregularidades y las incoherencias de una mente despierta, la de su tío, que asegura estar dictando sus notas. Pero ante todo, como en el caso de la autobiografía, Gore Vidal alerta al mundo de una verdad desconocida, la pervivencia de una historia que sólo resiste por la importancia del presente, por la necesidad de Occidente de forjar una leyenda de tradición secular: el Imperio Persa estaba muy por encima del griego y no sólo en cuanto a poderío militar.

Mediante estos dos ejemplos pretendo ilustrar ese gran hallazgo llamado novela y que no es más que un cajón desastre en el que todo tiene validez: desde la biografía apócrifa, hasta el testimonio de un hallazgo, y cómo, los propios géneros aledaños (qué es la vida sino una novela-río) también la alimentan. En su biografía, Gore Vidal, ya convertido en el viejo Ciro Espitama en los que supone sus últimos días, escribe su historia, a veces con orgullo, a veces con cierto pudor, pero siempre desde su perspectiva, sin callarse opiniones que podrían considerarse dolorosas para los afectados. Tampoco se calla el resentimiento para con alguno de ellos, de manera que la escritura se muestra como lo que es en muchos casos: una terapia, un mecanismo, un modo de vida. Se podría decir que Gore Vidal sólo existe cuando escribe, como si la pulsión cartesiana de la vida se concentrara en esta actividad artesanal, la forma que impone el pensamiento, la estética que marca la ideología… Para Gore Vidal, la línea que separa realidad y ficción es casi inexistente, apuntalada por la pequeña anécdota de que los personajes sean inventados o hayan existido. Pero, en realidad, ¿qué importa eso?