jueves, 11 de diciembre de 2014

Fama

Hoy, después de mucho tiempo, me he decidido a escribir de nuevo en el blog. Una entradilla que dijese algo de mí y que a la vez fuese ligera, entretenida, que se pudiese leer, vamos. Y empecé a pensar en toda la gente que conozco, en las personas que se han cruzado de alguna manera en mi vida y en lo efímero que es el paso por el mundo. Y claro, la pretensión de este blog, ¿cuál es? Tal vez la de todos: darse a conocer, profundizar en las opiniones de uno y ponerse frente al teclado, como llevo haciendo cada día desde hace ya unos cuantos años y alcanzar un poquito de difusión, un ápice de notoriedad, la pizquita de fama que alguien, mediante la escritura, se puede granjear de aquellos que lo leen. Es por eso que he decidido escribir sobre los diferentes cruces que a lo largo de mi vida, se han dado con personas que han llegado a alcanzar algo de eso que denominamos fama.

Un día escuché a Juan Luis Cano en la radio diciendo que él había ido en el mismo vagón de metro que Mayra Gómez Kemp. Ahora que ya casi nadie se acuerda de ella, puedo decir que yo soy amigo de alguien que vio a Alfredo Landa paseando por la calle. Fue en Granada, paradójicamente, en el Paseo de los Tristes. Rodaba allí una de sus últimas películas, creo recordar. 

En San Salvador, vi a Mágico González firmando autógrafos en un centro comercial. Paseando por Montjuic, Pedro Delgado me esquivó con la bici. Iba él solo, algo despistado, antes de la salida de la ya desaparecida Escalada. Ya había pasado el prólogo de Luxemburgo donde llegó tarde, pero su actitud parecía la misma. 

En Granada también, fui alumno de Luis García Montero y asistí a sus clases con deleite mientras me perdía sus incursiones políticas. Volviendo de Londres, en uno de esos momentos en los que el pánico me atenaza, justo al traspasar la portezuela del avión, sentí algo de alivio al observar que en primera fila viajaba Morgan Freeman. Esto no se cae, amigos; aquí viaja el presidente de los Estados Unidos, pensé yo. El primer presidente negro, no ese impostor de Obama.

En Razzmatazz 2, un domingo por la mañana, hicieron un concierto para niños en el que tocaban varios grupos para ellos y una cantante anglosajona venida a menos que ahora no recuerdo para nosotros. Es igual, no era con ella con la que me sentí impregnado de ese halo de estar cerca de la fama por unos segundos; entre el público estaba el actor hispano alemán (o germano-catalán, no sé muy bien) Alex Brendemühl.

Un día, tuve que llamar la atención a Joan Herrera, el insigne político d'Iniciativa - Els verds, para que dejase libre la pista de squash. Había rebasado su hora. En la Mar Bella, uno de esos lugares de Barcelona que están a medio acabar, vi a Celades (el ex-jugador del Real Madrid) jugando apasionadamente a ping pong con un amigo.

Unas vacaciones fui a Málaga con Laia, mi compañera, con la intención de llegar hasta Tarifa en un coche alquilado. Como no habíamos reservado y era Semana Santa, allí no había ni un triciclo libre. La amiga de Tarifa que íbamos a visitar trabajaba en el restaurante de Ana Torroja, que muy amablemente convenció por teléfono al señor alquilador de vehículos de que SÍ tenía, casualmente, un coche disponible.

Tal vez me deje algo, como el año que el exfutbolista del Barça, Óscar García Junyent, compartió una valiosa hora cada dos o tres días con nosotros en la facultad o el novio de una amiga, que habló por teléfono con Keanu Reeves. Pero todavía me queda por escribir lo más importante de todo: una vez, en la cafetería de una estación, le serví un cortado a Antonio López, el pintor de membrillos.

Foto de twitter (@lwtuaznar) donde aparecen unos membrillos,
especialidad de Antonio López.