miércoles, 27 de febrero de 2013

Periodistas publicistas

Periodista free-lance empujando a  Pedro
Jota, vestido con su traje de luces.
El periodismo está en crisis. Parece que la gente no quiere pagar un euro al día por estar informado... ¿Informado? Dejad que me ría.

En los últimos tiempos, el periodismo de verdad está arrinconado en internet, restringido al gueto inexcusable de lo gratuito, perdido en la marea de información que cada día abruma, a simple vista y también escondida en el infinito pajar de la información del mundo. Por eso está en crisis, porque cada vez está más a la vista. Y ello también evidencia que la información es un tráfico, con ella se mercadea, se dosifica, se negocia, y no sale a la luz si detrás no hay intereses ocultos.

El periodismo, que bebe de las fuentes de la política, está haciendo suyas las teorías de John L. Austin alrededor de los actos de habla (ilocutivos, los llamaba él) en el que ciertas palabras tenían la capacidad, no ya de describir o complementar a la realidad, sino que formaban parte de ella: hablar significaba hacer. Pues eso deben pensar cuando una mentira se repite mil veces, una verdad se deforma otras tantas hasta convertirse en una parodia del origen, un hecho se recorta y se edita hasta que conforma una etiqueta en la que la sociedad se encuentra a gusto. Una sociedad falsa, al fin y al cabo, que no sabe reconocerse ni definirse, que vive del embuste y la opacidad. En eso se ha convertido el periodismo, el de los grandes medios de comunicación. Incluso los grandes temas, los que nos deberían sacar a todos a la calle (y lo hacen en cierta medida, es imposible poner a un país de acuerdo), se tratan en televisión como mero espectáculo de manos de un demiurgo más humorista que periodista, como Jordi Évole, deformación televisiva de Larra. Por cierto, vaya enjabonada buena que se pegó a sí mismo el otro día con la complicidad de David Trueba. Por fin consiguió hacer "El peor programa de la semana". Un saludo desde aquí a los dos.

En este tiempo convulso, en el que la crisis sigue cebándose y ya ni la huida a Islandia puede proporcionar una cierta satisfacción, asistimos a la visión en directo de grandes verdades. Todos los deportistas profesionales se dopan y todos los políticos son corruptos. ¿Quién no lo ha repetido eso delante de una cerveza? Bien, pues ahora podemos comprobar que es cierto. Lo vemos a cada nueva evidencia filtrada por la prensa, pero para ir más allá y extrapolar estos datos, hay que seguir profundizando. Los periodistas nos siguen intentando escamotear toda la verdad. ¿Cómo es posible que después del revuelo ocasionado por las siglas RSoc todo el mundo se centre en la Real Sociedad, en Prieto, en Karpin tal vez? Y nadie, repito, nadie en toda la prensa del país haya cogido la nómina de jugadores de aquel tiempo y le haya preguntado a Xabi Alonso si se dopaba, si se continúa dopando en el Real Madrid, si en ese equipo se siguen comportando como en aquel otro o si en la selección siguen con las mismas prácticas, si las amenazantes palabras de Eufemiano, cuando dijo que si hablase, España no tendría mundial ni eurocopa, le dicen algo, si teme caer enfermo algún día por los abusos del dopaje, como Jáuregi y Kovásevic (que no está probado que enfermaran a causa del dóping, seguro)... 

Pero no, los periodistas siguen ocultando, los de los medios impresos que cada vez venden menos por culpa de la crisis... Tal vez no se hayan dado cuenta de que la gente no es tonta y que para leer un periódico que dice lo mismo exactamente que el de al lado, pues se lo ahorran. En estos tiempos inciertos, hay que pensarse muy mucho un gasto de más de 365 euros al año. 

Pero no sólo el deporte muestra su cara más amarga. Tal vez la muestra por coincidir en el tiempo con otro caso de los gordos, de los que confirman esas verdades de bar:

¡Hola, muchachos!
El caso Bárcenas va mostrando a pequeñas pinceladas, aquello que todo el mundo comprende como cierto: que esa gente que tras ser ministro se va a ganar millones de euros, no se van a estar contentando mientras tanto con ganar unos pocos miles, apenas el doble  o el triple que tú o que yo, no. Son millonarios que no saben cuánto vale un café, así que cómo van a contentarse con un sueldo que se mide en miles de euros? Vaya, pues al cabo de años de saberlo, resulta que se confirma, no porque un periodista haya investigado, sino porque claramente hay alguien que filtra, interesadamente (de momento parece que la que mejor parada sale del asunto es la basilisca Esperanza). El otro día pensaba, sin ir más lejos, que si todo esto culmina con el asalto a la Moncloa, no me quedará más remedio que hacerme la mochila y cruzar los Pirineos. Ah, se me olvidaba: la tibieza de Rubalcaba también confirma la teoría; no voy a hablar demasiado no me vayan a hacer un zas en toda la boca.

Volviendo al deporte, el caso Armstrong también confirma lo anterior. Tengo un cáncer, me tiro un año sin competir, quimio, operaciones y todo tipo de tratamientos agresivos y cuando vuelvo y empiezo a ganar tours con la máxima diferencia jamás vista, parece que sea tomando redoxon complex. Eso sí, de los segundones no me fío. Ese alemán que viene del este, donde todos sabemos que tenían unos métodos de entrenamiento... Pero él no; él ganaba porque entrenaba mejor, porque sufría más. Y luego, oh, sorpresa, nos ha engañado. Hasta hay quien le da la vuelta a la tortilla y lo tacha de víctima. ¡Vaya periodistas!

En este caso, porque finalmente la evidencia se ha demostrado, pero hay más ejemplos: futbolistas que se lesionan cada vez que reaparecen y, oh milagro, de repente, al cumplir los 18, ya no se vuelven a lesionar más. Lesiones que se recuperan por protocolo en 9 meses se aceleran hasta los tres, gracias a... ¡homeopatía y fisioterapia! Alguien se debe estar descojonando mientras escribe. Y todo esto lo digo porque los testimonios (Manzano, los demás recibían aspirinas y fortasec) hablan de su Porsche aparcado en la puerta, de transporte de neveras en aviones (palmeándola, Eufe le comenta a su vecino de asiento: "aquí dentro está el ganador de la vuelta"), y transfusiones con bolsas descongeladas al baño maría y colgadas de la alcayata del cuadro de un hotel, dulce hotel.

Y bueno, también están los que se dedican a la prensa rosa y tienen un apartamento con vistas a la Zarzuela, pero jamás han visto a las follamigas del rey... 

lunes, 11 de febrero de 2013

La ciudad (in)habitable IV: La crisis

Cortesía de serbarrendero.blogspot.com
Cómo no hablar de la crisis en estos tiempos que corren, verdad? También podría hablar de Lance Armstrong, pero debería reprimir las arcadas. O de la operación puerto, que es otra muestra más de lo penoso de la justicia de nuestro país, pero perdería el conocimiento al recordar la imagen del guardia civil sacando bolsas de sangre de una caja de cartón. ¿Sigue teniendo clientes ese carnicero llamado Eufemiano Fuentes? Supongo que los deportistas profesionales no tendrán tele... Ni los del comité ético del Colegio de Médicos, si es que existe tal departamento, puesto que el señor Fuentes (inocente hasta que se demuestre lo contrario, ¡en cajas de cartón!), sigue ejerciendo.

En fin, después de esta pequeña digresión os hablaré de manera anecdótica de un suceso acaecido en esta fascinante y cosmopolita ciudad que es Barcelona, una ciudad completamente (in)habitable. Paseaba por la zona del Port Vell, por uno de esos lugares en los que la ciudad comienza a desvanecerse entre calles amplias que no conducen a ningún lugar, túneles que desaparecen bajo la montaña (màgica, claro, como no podía ser de otra manera en esa Barcelona de cuento) y edificios semiabandonados, con gasas macilentas en sus ventanas sin cristales y tiznes negros de carbonilla en las paredes. Antes de llegar al encajonamiento que provoca la montaña de Montjuich y el mar, el Poble Séc termina poco después de las tres Torres, otras tres torres que convierten a Barcelona en una ciudad capicúa. Pues por ese lugar, la ciudad vieja todavía tiene prevalencia y los edificios construidos la pertenecen, vinculando el asentamiento de la ciudad a la llanura junto a la montaña que proveía de piedra para construir, como muy bien se puede leer en ese bodrio llamado "La Catedral del Mar".

Bien, pues iba yo admirando las primeras estribaciones de la vegetación, y la larga recta que asciende a la montaña por aquel lugar, cuando diviso por el final del paseo a uno de esos trabajadores de Barcelona Neta que se distinguen por su traje fosforito, a la vez homenaje y orgullo de una profesión. Curiosamente, el personaje parecía no mover los pies al desplazarse, cual monje tibetano en estado de conjunción con el cosmos que levita y se desplaza sin esfuerzo por el espacio. Al acercarse más puedo por fin discernir el acontecimiento. Descubro, atónito, que la señora barrendera (ahora distingo que es mujer) se desplaza en Segway. Intento no mirar demasiado, como cuando te cruzas con un borracho o con un quemado y primero te horrorizas, luego finges que no te has horrorizado con la vista puesta en otro lado, luego vuelves a mirar para comprobar que lo que has visto es cierto y que, además, eres capaz de mirarlo como a cualquier otra persona que pasea por la calle. En ese instante mis ojos se cruzaron con los de ella y me di cuenta de que no, no era capaz. No pude aguantar su mirada. Un Segway. Qué puentes no construirán, o qué fórums no se les antojará celebrar si los barrenderos se desplazan en Segway... Pocas cárceles tenemos en este país para esta gentuza sin escrúpulos que nos gobierna.